Tradicionalmente, la verdadera música sólo se puede conocer a través de alguien liberado de toda contaminación del samsara* que practique la música como una sadhana para la realización. Cuando se expresa sinceramente, con rasa y bhava -sentimiento y devoción-, la música brinda sabiduría de brahmán*, paciencia y paz interior. Pero, para realizar el Ser supremo por esta primera manifestación -el sonido-, hay que ser un gran renunciante.
La repetición de palabras como un loro no si ve para nada, ni tampoco la representación magistral de piezas musicales, aunque sea con afinación y ritmo perfectos. Sólo el canto con corazón, sobre las cuerdas del bhakti* y el amor, puede despertar el espíritu del nada* yogui.
Una síntesis de todos los caminos
La música es una síntesis de los diversos caminos de yoga. Es una sadhana de hatha yoga, porque para cantar se necesita un buen control y regulación de la respiración. Esta respiración profunda y completa fortalece los pulmones y purifica la sangre. Además, las diferentes notas musicales tienen sus nadis* correspondientes en el cuerpo sutil, y la música los hace vibrar y los despierta. Esta purificación de nadis no sólo proporciona paz y alegría sino que ayuda a que el aspirante espiritual alcance su meta más fácilmente.
Cuando la mente, tan misteriosa con sus miles de vrittis* y vasanas*, queda absorta en la música, se apacigua, y el aspirante espiritual puede moldearla como le parezca. La música unifica la mente rápidamente, de modo que esta varita mágica de maya*, el terror de todo aspirante espiritual, queda en las manos del yogui.
Pero no es sólo el músico quien goza de estos beneficios, sino que la música tranquiliza también la mente de los que escuchan. Por eso, grandes sabios como Mirabai, Tukaram, Kabir Das, Thyagraj, Purandhra Das y muchos otros tejieron sus enseñanzas con armoniosas melodías. Gracias a esta serenidad, sus sublimes pensamientos penetraban fácilmente el corazón de quienes escuchaban, mientras que de otro modo hubiera permanecido celosamente vigilado por la cobra del pensamiento mundano. El raja* yogui puede lograr «chitta vritti nirodha» (Yoga sutras, 1): el control de las modificaciones mentales. Con la mente así purificada y estable, se funde en el nada, el sonido primordial, y el ojo de la intuición se abre llevando consigo el yoga siddhi o samadhi*.
La música es una parte integral de bhakti* yoga. Sankirtan -cantar el nombre de dios-, y bhakti son inseparables. Al purificar y sublimar las emociones, la música eleva el espíritu. Gracias a ella, el aspirante espiritual puede llegar a encontrarse cara a cara con la sabiduría sublime, ananda o gozo supremo, y emerger de este samadhi como un jñani*.
El verdadero músico es el más elevado de los nishkama* yoguis. Tiene el poder de aliviar las penas de quienes le escuchan, curar enfermedades, disipar la penumbra de la ignorancia y la desesperación del corazón e instilar alegría, deleite y esperanza. Pocas son las personas conscientes del inestimable servicio que nos brinda la música.
La música puede deshacer los tres granthis -nudos o bloqueos psíquicos-: brama granthi (nudo del perineo), vishnu granthi (nudo del ombligo) y rudra granthi (nudo de la garganta). Tiene la capacidad de despertar el kundalini* latente en el chakra mooladhara*. Destruye antojos e inquietudes. Elimina los tres doshas: mala (impureza), vikshepa (inquietud mental) y avarana (velo de ignorancia). Libera de los tres tipos de fiebre: adhyatmika (espiritual), adhibhautika (causada por agentes externos) y adhidaivika (provocada por agentes sobrenaturales). Erradica los cinco kleshas o aflicciones: vidya (ignorancia), asmita (sentido de yo), raga-dwesha (atracción-aversión) y abhinivesha (miedo a la muerte). Destruye también los tres tipos de karma, de modo que la mente concentrada puede acceder al estado de laya o disolución. Quien practica la música olvida cuerpo, mente y el mundo que le rodea.
Practiquen, llénense de música; la práctica de kirtan* provoca olas espirituales en las profundidades del corazón.
Efectos terapéuticos
La música es un gran aliado en el tratamiento de las enfermedades. En el antiguo Egipto, utilizaban la música en los templos para curar trastornos nerviosos. Los sabios afirman que los sonidos calmantes de la flauta, el violín, la veena o el sarangi son altamente terapéuticos. Al calmar los nervios y la mente, la música relaja el organismo entero, a la vez que lo estimula y revitaliza. Está especialmente indicada para el insomnio, el dolor y la depresión, entre muchos otros trastornos. Donde otras terapias fallan, el kirtan puede hacer milagros.
La base de la música
Es un verdadero misterio cómo la música transmuta la naturaleza humana en divina, cómo llega a los samskaras* y sana la mente, transformando la naturaleza inferior en sattva* puro, y de qué manera es capaz de llevar al aspirante espiritual cara a cara con el Ser. La ciencia y el intelecto no pueden dar una explicación lógica a los profundos efectos del canto.
El poder de la música proviene del sagrado pranava: el mantra Om. Todas las notas musicales derivan del pranava y reverberan en los corazones de cada uno de nosotros. Porque el Om, o pranava, es la verdadera naturaleza, la esencia, el swarupa*. Si nos gusta tanto escuchar música es porque es la entonación más melodiosa de nuestro propio nombre. Cuando la mente se unifica con su propia naturaleza, alcanza el gran poder del Ser, y cuerpo y mente sanan.
Una sadhana fácil
El kirtan es la sadhana más f ácil, y también la más adecuada para esta época de kali yuga*en la que vivimos. Es una práctica que desafía la antigua doctrina que dice que todo lo que es placentero no es bueno, y que lo bueno no es necesariamente placentero. En la música encontramos una excepción a esta regla, pues es a la v ez placentero y bueno, preya y shreya en terminología del Kathoupanishad. No hay ningún lugar o momento en el que la músic a no tenga un lugar: tanto en la guerra como en la paz, en el gozo y en el dolor, tanto en palacios como en ashrams es siempre bienvenida. Tiene diferentes expresiones para acomodarse a cada ocasión, recurren a ella gente de diferentes temperamentos y conquista el corazón de todos, transformando su naturaleza. Los dioses de todas las culturas se han sentido atraídos por la música, con la que era fácil ganarse su benevolencia. Y, como leemos en las fábulas, con una música dulce y melodiosa incluso es posible encantar y domesticar a los animales. El pode r de la música atrae a todo ser vivo, derrite el corazón más duro y ablanda la naturaleza brutal del hombre, tranquiliza la mente agitada y trae paz.
La música es una herramienta muy valiosa para la educación de los jóvenes: fortalece el carácter, ennoblece la mente, despierta el sentido de la belleza y refina todas las expresiones humanas. Es uno de los grandes gozos de la humanidad y uno de sus placeres más inofensivos. No hay otro arte que llegue a las emociones a un niv el tan profundo, sin barreras de religión, raza, credo o casta.
Narayana dijo al gran sabio Narada:
Naaham vasaami vaikunthe, yoginaam hridaye na vaa; Madbhaktaa yatra aayante, tatra tishthaami Naarada.
Mi morada no es vaikuntha (el paraíso), ni el corazón de los sabios; me encontrarás allí donde canten mi nombre con amor, oh Narada.
No descuiden la música. No la dejen de lado, hagan de ella su inspiración, canten y toquen con bhakti bhava*. Y si en e l momento de la muerte pueden cantar el nombre de dios, eso les salvará. ·
Artículo publicado en Yogaworld
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